miércoles, 17 de septiembre de 2014

MARAVILLA DE LA PROVIDENCIA

El malo peca administrando los sacramentos, que llevan en sí cierta santificación por una consagración mística. De ahí que el ministro deba poseer previamente la santidad de una vida justa para estar a tono con su sagrado ministerio. Los ángeles no pueden ejercerlo en general pero Dios puede dar el efecto de los sacramentos sin su mediación y los ángeles buenos pueden ser ministros.

Y si bien los ministros deben tener la intención de hacer lo que hace la Iglesia pueden haber perdido la fe. Pero la intención debe ser recta para administrar el sacramento. 
La obra del autor de los sacramentos no se perturba porque es Jesucristo quien la produce. Es como si un criado tuviese una intención depravada al distribuir a los pobres las limosnas que su Señor le encomendara con recta intención.
Por el doble objeto los sacramentos deben ser siete.
Como el cuerpo se genera el bautismo regenera. Como el cuerpo crece la confirmación da la robustece con el El Espíritu Santo. Como el hombre se nutre la Eucaristía nos da su vida en el pan de vida. Como está sujeto a la enfermedad corporal también lo está en lo espiritual, como dice el salmo 40,5: SANA MI ALMA PORQUE HE PECADO CONTRA TI. Así tenemos la penitencia y la extrema unción que borra las reliquias del pecado y lo prepara para gloria.
Además con relación a la comunidad el hombre se perfecciona rigiendo la multitud y ejerciendo funciones públicas, cosa que corresponde al sacramento del orden.
Además en la propagación de la especie se perfeccionan espiritual y corporalmente con el sacramento del matrimonio.
Así todos están ordenados contra el efecto del pecado:
el bautismo suple la debilidad en los recién nacidos y la carencia de vida espiritual en los que crecen con la confirmación. La eucaristía da fuerza frente a la fragilidad del alma, la penitencia contra cada pecado cometido. La extrema unción contra las reliquias de los pecados más purgados. El orden contra la desorganización de la multitud, el matrimonio como remedio contra la concupiscencia personal y contra la disminución de la especie.

Vista tal maravilla nos maravillamos de dos cosas:
Primero de la función efectiva de la gracia en cada respecto, precisión que admiramos en el buen gobierno previsor para cada cosa y en la medicina para cada enfermedad y en la prevención de las mismas.
Segundo en el desprecio que ha sufrido tal providencia de parte de reformados y liberadores actuales.

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