Para
acceder a la vida contemplativa deben extirparse los vicios con el ejercicio de
buenas obras y contemplar a Dios con el alma bien purificada, es decir con la
penetración pura de la mente. Y esta purificación resulta de las virtudes
morales que pertenecen a la vida activa.
La vida
contemplativa va a la verdad y la activa al ejercicio de actos exteriores para
los cuales no pesa exclusivamente el saber sino el obrar, según Aristóteles.
Con
cualquier acto de las virtudes morales se puede a través del ejemplo dirigir a
los demás al bien: si esto es disposición para la contemplación entonces la
integran si no se queda en la práctica.
La
prudencia es al razón práctica y pertenece a la felicdad activa. Se ordena al
fin de otras virtudes como recta razón de lo que se ha de hacer. Así cuando las
virtudes morales se ordenan a conseguir el sosiego de la contemplación
pertenecen a la vida contemplativa y por ende la prudencia que las comanda. Y
la prudencia es medio entre las morales y la vida contemplativa.
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