Siempre se dice que sin bautismo no hay salvación y ya vimos que la salvación no es para ser buenitos en el mundo porque eso lo podemos hacer relativamente si no nos desviamos de la rectitud de la razón, hoy desechada como un artefacto superado.
La lógica es esta: la encarnación nos hace unos con el Verbo del Padre corporalmente ya que estábamos a ello destinados (Ef.1) y la muerte y resurrección nos comunica por el amor la gracia plena quitando los pecados del "mundo" que obstruyen: queda consumada la obra completa de la salvación o rescate pues a ello estábamos destinados.
Los sacramentos son un medio visible para recibir la gracia de la cruz en el ámbito de la Misa que la rememora.
Pero si alguien no quiere pertenecer al cuerpo de Cristo aunque de hecho forma parte por la encarnación no se salva, no quiere ser rescatado y queda después de la muerte ya no en el mundo que ha querido sino...en otro mundo a verse cuando el rey sea el crucificado y el amigo desechado y hasta odiado sea el juez.
Pero si alguien no ha podido ser bautizado por lejanía o edad y querría recibirlo al autor de los sacramentos
entonces la fe que obra por la caridad santifica interiormente al hombre porque Dios ve interiormente los corazones: la circuncisión del corazón es en espíritu. Quien muriera con el deseo se salvará aunque sea pasando por el fuego si es catecúmeno cosa que el mártir ya ha tenido.
Los modernos comienzan abusando de esto diciendo que interiormente se hace todo y luego perdieron los sacramentos los más débiles y así vino el desbarranque que tenemos ante la vista.
Y de tanto apelar al interior y al "yo me arreglo con Dios" y al quitar el altar de la Misa se quedaron sin interior con los posmodernos que proclaman la divinización del cuerpo.
Queda el tema de los pueblos orientales alejados...como de aquellos que vivieron antes de Cristo y no esperaban al Mesías.
¿Qué tal si se lo dejamos esto a Dios sin discutirlo nosotros como Rousseau y todos los que luego han venido, los mismos católicos?
Tomás en la cuestión 68 no agota la cuestión pero sí le deja a Dios margen para decidir ¿No os parece justo?
Por su lado aplica la Escritura como siente su deber y el Eclesiástico dice: NO DEMORES EL CONVERTIRTE AL SEÑOR y así el bautismo no debe diferirse cuando son niños que pueden morir sin el deseo del mismo.
ES UNA GRACIA DE CRISTO CRUCIFICADO QUE SE SALVEN GRATIS ¿Habrá que discutir con alguien tal cosa?
En cambio con los adultos hay que examinar su verdadera conversión y captar los fingimientos examinando por algún tiempo su fe y sus costumbres. Y esto los beneficia a ellos pues se instruirán plenamente en la fe y se ejercitarán en la vida cristiana.
Compréndase así las situaciones actuales de quienes quieren acceder a los sacramentos hoy.
Siempre el peligro de muerte acelera el bautismo de cualquiera.
Pero en el artículo cuarto sobre si los pecadores pueden bautizarse cita aquello de Agustín: QUIEN TE HIZO SIN TI NO TE SALVARÁ SIN TI. Al que está en pecado y no coopera con su justificación luego le sería inútil.
¡Esto sería para aplicarlo hoy! ¿De qué le serviría la santificación a quien no quiere ser santo? Sea creyente formal en regla sea quien no está en regla con lo que desde siempre se ha determinado como moral cristiana: ¡si no quiere alguien ser santo no le aprovecha el sacramento! Salvo el niño, que lo es por omisión.
Si el pecador que se bautiza ya no tiene voluntad de pecar según la moral de la Iglesia entonces queda justificado, lavado con agua por la palabra.
Si tuviere voluntad de pecar y se bautiza no quedará unido a Cristo por más que ahora el pecado lo adelgacen a límites risibles: hay que ver que aquí se santifican con él y quedan santos. Claro está que hoy santos se entienden los que dan de comer o hacen acción social. San Pablo lo ilustra en el himno a la caridad: si dieres todo a los pobres si no tuvieres caridad nada eres... ¿qué? Amistad íntima con Dios y que Él obre en mí.
No hay consorcio entre la santidad y la iniquidad.
El sacramento del bautismo solo debe aplicársele a quien experimenta una conversión interior y da signos de ella. La fe actuada por la caridad es la que lleva al bautismo y no la fe sola sin conversión porque quien tiene su voluntad adherida al pecado no se santifica con la recepción formal del sacramento. DIOS NO FUERZA A NADIE A SER VIRTUOSO, dice el Damasceno.
La lógica es esta: la encarnación nos hace unos con el Verbo del Padre corporalmente ya que estábamos a ello destinados (Ef.1) y la muerte y resurrección nos comunica por el amor la gracia plena quitando los pecados del "mundo" que obstruyen: queda consumada la obra completa de la salvación o rescate pues a ello estábamos destinados.
Los sacramentos son un medio visible para recibir la gracia de la cruz en el ámbito de la Misa que la rememora.
Pero si alguien no quiere pertenecer al cuerpo de Cristo aunque de hecho forma parte por la encarnación no se salva, no quiere ser rescatado y queda después de la muerte ya no en el mundo que ha querido sino...en otro mundo a verse cuando el rey sea el crucificado y el amigo desechado y hasta odiado sea el juez.
Pero si alguien no ha podido ser bautizado por lejanía o edad y querría recibirlo al autor de los sacramentos
entonces la fe que obra por la caridad santifica interiormente al hombre porque Dios ve interiormente los corazones: la circuncisión del corazón es en espíritu. Quien muriera con el deseo se salvará aunque sea pasando por el fuego si es catecúmeno cosa que el mártir ya ha tenido.
Los modernos comienzan abusando de esto diciendo que interiormente se hace todo y luego perdieron los sacramentos los más débiles y así vino el desbarranque que tenemos ante la vista.
Y de tanto apelar al interior y al "yo me arreglo con Dios" y al quitar el altar de la Misa se quedaron sin interior con los posmodernos que proclaman la divinización del cuerpo.
Queda el tema de los pueblos orientales alejados...como de aquellos que vivieron antes de Cristo y no esperaban al Mesías.
¿Qué tal si se lo dejamos esto a Dios sin discutirlo nosotros como Rousseau y todos los que luego han venido, los mismos católicos?
Tomás en la cuestión 68 no agota la cuestión pero sí le deja a Dios margen para decidir ¿No os parece justo?
Por su lado aplica la Escritura como siente su deber y el Eclesiástico dice: NO DEMORES EL CONVERTIRTE AL SEÑOR y así el bautismo no debe diferirse cuando son niños que pueden morir sin el deseo del mismo.
ES UNA GRACIA DE CRISTO CRUCIFICADO QUE SE SALVEN GRATIS ¿Habrá que discutir con alguien tal cosa?
En cambio con los adultos hay que examinar su verdadera conversión y captar los fingimientos examinando por algún tiempo su fe y sus costumbres. Y esto los beneficia a ellos pues se instruirán plenamente en la fe y se ejercitarán en la vida cristiana.
Compréndase así las situaciones actuales de quienes quieren acceder a los sacramentos hoy.
Siempre el peligro de muerte acelera el bautismo de cualquiera.
Pero en el artículo cuarto sobre si los pecadores pueden bautizarse cita aquello de Agustín: QUIEN TE HIZO SIN TI NO TE SALVARÁ SIN TI. Al que está en pecado y no coopera con su justificación luego le sería inútil.
¡Esto sería para aplicarlo hoy! ¿De qué le serviría la santificación a quien no quiere ser santo? Sea creyente formal en regla sea quien no está en regla con lo que desde siempre se ha determinado como moral cristiana: ¡si no quiere alguien ser santo no le aprovecha el sacramento! Salvo el niño, que lo es por omisión.
Si el pecador que se bautiza ya no tiene voluntad de pecar según la moral de la Iglesia entonces queda justificado, lavado con agua por la palabra.
Si tuviere voluntad de pecar y se bautiza no quedará unido a Cristo por más que ahora el pecado lo adelgacen a límites risibles: hay que ver que aquí se santifican con él y quedan santos. Claro está que hoy santos se entienden los que dan de comer o hacen acción social. San Pablo lo ilustra en el himno a la caridad: si dieres todo a los pobres si no tuvieres caridad nada eres... ¿qué? Amistad íntima con Dios y que Él obre en mí.
No hay consorcio entre la santidad y la iniquidad.
El sacramento del bautismo solo debe aplicársele a quien experimenta una conversión interior y da signos de ella. La fe actuada por la caridad es la que lleva al bautismo y no la fe sola sin conversión porque quien tiene su voluntad adherida al pecado no se santifica con la recepción formal del sacramento. DIOS NO FUERZA A NADIE A SER VIRTUOSO, dice el Damasceno.
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