La necesidad de la
resurrección de Cristo.
San Lucas nos presenta esta
necesidad: ERA PRECISO QUE CRISTO PADECIERA Y RESUCITAR DE ENTRE LOS MUERTOS.
Cristo se humilló hasta la
muerte de cruz, luego debía se exaltado hasta la resurrección gloriosa como se declara
en el Magnificat. Lex evangelii
Además se confirma con ello
nuestra fe: SI CRISTO NO RESUCITÓ VANA ES NUESTRA FE. Está basada en algo real,
que hace resistencia: lo tocaron resucitado.
Además con él, nuestra
cabeza, resucitaremos nosotros, su cuerpo. Esta ahora es esperanza pero
certificada en su resurrección. Hasta Job sabía que su redentor vive.
Además para que así vivamos
ahora desde ya una vida nueva muriendo al pecado y viviendo para Dios.
Así es signo su resurrección
de nuestra justificación.
El tercer día es índice de
perfección. Debió morir y pasar cierto tiempo el cuerpo muerto y debió ser
medido el tiempo por el tres: por razón de ser el ternario, comienzo, medio y fin
perfecto. Permaneció empero un día entero más dos noches destruyendo nuestras
dos muertes, la del cuerpo y la del alma. Además representan las dos noches y el día o los tres días: antes de la ley,
durante la ley y ahora la gracia o bien: figuras de la ley, verdad de la fe,
eternidad de la gloria, que Cristo inaugura con su resurrección.
La cabeza debía resucitar al
tercer día y los miembros al fin del mundo. A nosotros no nos gusta tal
dilación, sin duda, pero el mismo Cristo estuvo con su alma separada de su
cuerpo un breve tiempo. Así nosotros. Sin embargo hoy sabemos (no Tomás) que María, feliz
entre las mujeres, gozó del privilegio de la Asunción.
Pero Cristo debió ser
primero en resucitar: Cristo resucitó de entre los muertos, primicias de los
que mueren, como dice Pablo.
Mientras uno vive está
sometido a la necesidad de morir según dice Pablo: EL CUERPO ESTABA MUERTO POR
EL PECADO. Y si uno muere y revive ahora es una resurrección imperfecta. En
cambio también el Apóstol: CRISTO RESUCITADO DE LOS MUERTOS YA NO MUERE. Esta
es la resurrección perfecta. La imperfecta fue antes de la resurrección para
anunciarla.
Muerte y pecado integran una
ecuación con resurrección y redención del pecado. No se trata de inmortalidad
natural sino de vida eterna sobrenatural. La resurrección de Lázaro es uno de los signos de que Jesús era Dios pero la de todos es el sacramento de la justificación.
El ser para la muerte de
Heidegger debe integrarse con el ser para la resurrección bienaventurada. La
verdad del ser mató la muerte del pecado y así vivimos para Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario