viernes, 14 de junio de 2013

LA SANTIDAD DE LA MEDIDA

QUE EL DECORO DEL CUERPO NO SEA AFECTADO SINO NATURAL, dice San Ambrosio. Que nada falte a la honestidad y decoro y nada hable de lujo pues en el ornato exterior hay virtud y vicio.
Las cosas exteriores que utiliza el hombre consideradas en sí mismas no son viciosas pero puede serlo el uso inmoderado.
La costumbre es una medida en cuanto al uso de ropas y conductas que hay que respetar pero nunca con afecto desordenado o intención libidinosa. El afecto desordenado puede ser la vanidad en el uso de los vestidos lujosos o en el excesivo cuidado de ellos. La sencillez, la humildad lo curan. También se produce por defecto como en la  negligencia en el vestir cuando no se pone el cuidado requerido o por molicie arrastrando las ropas por el suelo. También puede darse vanidad usando los vestidos más viles y degradantes. TANTO LA SUPERABUNDANCIA COMO LA DEFICIENCIA DESORDENADA PERTENECEN AL MISMO GÉNERO DE JACTANCIA, dice Aristóteles en la Ética.
La moderación es lo natural donde luce la virtud. Cuando hay pompa l{icita es en el culto divino por la grandeza de los actos que se realizan. Mas cuando se busca satisfacer la vanidad o sensualidad peca. Pero en lo mismo puede pecarse por defecto o aún por superstición. Hay una regla invisible que arruina o justifica el acto. Si se usan vestiduras penitentes cuando uno predica penitencia como Juan Bautista, por ejemplo.
El ornato exterior es símbolo de la condición humana, los dichos y hechos denotan la dignidad humana.
Ahora el ornato de las mujeres en especial. El más antiguo de los libros de la Biblia dice: HE AQUÍ QUE LA MUJER SE ACERCA VESTIDA CON GALAS DE MERETRIZ PARA SEDUCIR LAS ALMAS, Prov.7,10. Puede sin embargo hacerlo para agradar al marido no sea que éste caiga en adulterio. Por eso dice Pablo que la mujer casada debe agradar al marido. Así no peca. Pero si el adorno se orienta en incitar a alguno peca mortalmente aunque si lo hacen por jactancia o vanidad será venial. Vale lo mismo para los varones. El adorno sobrio y moderado no está prohibido a las mujeres. El pecado mortal es siempre desprecio de Dios a lo que se une la lascivia. Los afeites no pueden darse sin pecado en cuanto afectan la natural medida o la naturalidad. Pero la costumbre cambia mucho las cosaas. El uso que se hace de las cosas y el fin que se persigue determina lo bueno o malo. Cuando se corrompe el fin se mezcla un arte {util con uno depravado.
He señalado puntos que están en la cuestión 169 a 2 que darán de pensar al lector cotejándo esto que acaba de decir San Juan Crisóstomo y Aristóteles que Tomás cita con naturalidad con la furia de nuestra cotidianidad actual. La clave está en lo más simple: medida y moderación ¡Quien la discutirá con argumentos modernos o posmodernos! 

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