Dios imprime en la
mente del profeta un conocimiento de los futuros contingentes sin que los
profetas vean a Dios. Y el hombre ve en la verdad primera la propia forma
que en él existe en cuanto semejanza de la primera verdad resplandece en la
mente humana y de ella posee el alma la facultad de conocerse a sí misma.
Pero los profetas que ven cosas de Dios reciben la verdad impresa en la mente no ven la esencia
divina sino en espejo donde se reflejan imágenes de la verdad. Por ello la
profecía cesa cuando lo vemos cara a cara. Allí lo veremos en su totalidad y no
los futuros contingentes que pueden ver los profetas.
Entonces conocemos en la imagen y semejanza de Dios su propia imagen: nosotros como seres autoconcientes, cosa que se realizará en el Nuevo tiempo con Fichte y Hegel.
Pero por gracia en la fe conocemos a Dios en espejo pero lo esperamos alcanzar para poseerlo y Él nos anticipa esto en la caridad, núcleo de la gracia. Esto es superior a toda profecia que solamente ha cumplido un cometido antes y podría cumplirlo ahora pero va por debajo de la gracia como germen de la gloria que ya poseemos hoy.
Dios se ha hecho hombre y sacramento. Más que esto nada. Toda la gracia en su ser dado en la EUCARISTÍA. Pero no nos anticipemos más.
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