lunes, 30 de septiembre de 2013

LA DULCE CONTEMPLACIÓN

El ángel ve la verdad por una simple aprehensión, el concepto. El hombre en cambio llega a la intuición simple por mediación y paso de una cosa a otra.
La vida contemplativa consiste en un único acto término final del que recibe su unidad a saber la contemplación de la verdad pero el hombre llega a él a través de muchos otros. Aquí se recuerdan los actos preliminares: oración, lección, meditación. La contemplación es un final antes de la meditación donde hay estudio y está antes de la lección que recibe la palabra y así la oración es la primera en la recepción: INVOQUÉ Y VINO A MI EL ESPÍRITU DE SABIDURÍA.
En la contemplación se trata de Dios únicamente, la contemplación de la verdad divina, fin de la vida humana, eterna perfección de las alegrías, viendo cara a cara. En esta vida vemos en espejo  y no debe quedarse la criatura con los efectos en esta vida porque lo propiamente contemplativo es la misma verdad divina a la cual tendemos y para la cual hemos sido hechos, dice San Agustín. La vida contemplativa comienza aquí para perfeccionarse en la patria.
En esta vida no se puede ver a Dios. Pero hemos visto tratando del éxtasis que hay una situación intermedia cuando el alma no usa sus sentidos ni la imaginación. El caso del rapto es el de San Pablo. Quedamos en esta situación a merced de Dios. El podrá levantarnos con su luz para ver su luz.
La contemplación produce deleite. Se dice de la contemplación de la sabiduría: NO ES AMARGA SU CONVERSACIÓN NI TEDIOSA SU CONVIVENCIA SINO GOZO Y ALEGRÍA.
Ya el ejercicio de la contemplación es gozoso porque es una operación propia de nuestra esencia. Cita el célebre comienzo de la Metafísca aristotélica: TODOS LOS HOMBRES POR NATURALEZA DESEAN SABER Y ASÍ SE DELEITAN EN ELLO SI TIENEN EL HÁBITO DE LA VIRTUD DE SABIDURÍA.
Y si uno ama es deleitable ver a quien se ama. Así ayudados por la caridad contemplar a Dios es sumamente deleitable por ver y por amar.
Aunque sea imperfecta la contemplación que ahora podamos tener de las cosas de Dios es sin embargo más deleitable que cualquier otra contemplación. Así Gregorio:
LA VIDA CONTEMPLATIVA ES DE UNA DULZURA TAN ATRAYENTE QUE SACA AL ALMA DE SÍ MISMA, LE ABRE LOS SECRETOS CELESTIALES Y OFRECE A SUS OJOS TODOS LOS TESOROS ESPIRITUALES.

Y es durable por el objeto y por algo divino que llevamos en nosotros como lo reconoce Aristóteles.

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