martes, 25 de octubre de 2011

LA ORACIÓN PERFECTA

Padre, eres verdaderamente lo que nadie logra enteramente ser, las perfecciones de los seres están en ti en forma eminente. Padre lo es de un hijo, luego de otro, de un tercero, quizás hasta diez. Tú eres Padre nuestro: de todos y de cada uno porque eres Dios. Eres el ser subsistente y nosotros somos entes por el ser ¿Cómo pasamos a ser hijos? Entendemos que como el ser puedas ser de todos los entes al mismo tiempo ¿pero cómo hijos? Por tu Hijo muy amado en quien te complaces al cual enviaste y asume la naturaleza de una criatura, de un ente cuya especie es la última que posee razón: el hombre. Quedaron por encima la creaturas angélicas y somos nosotros los últimos quienes pasamos a ser hijos conforme a la imagen de tu Hijo.
Raro por paradógico es pero es lo que ha sido anunciado: los últimos primeros, los primeros últimos. Esto produjo la envidia de quien rechazó esta condición que podría derivarse de las relaciones trinitarias que descentran y proceden uno en otro. Lo cual explica el anonadamiento del Verbo que viene hacia nosotros, porque nada hace sino lo que el Padre le dice y nada tiene el Padre que no sea suyo. El Hijo nos remite a su Padre y él nos ama por el Hijo y en él. En cambio la creatura que se centra en sí mismo termina odiando el amor que se muestra como descentramiento y procesión.
Nosotros te invocamos como estando en los cielos aunque los cielos de los cielos no pueden contenerte, como dijo Salomón invitado a construir el templo. Sabemos que ese templo era el cuerpo que contenía al Hijo del hombre, por eso nosotros que por los sacramentos formamos su cuerpo somos morada de Dios en el Espíritu. Dios Padre está en la Iglesia celestial, que es cuerpo del Hijo y nosotros, le pedimos que SEA SANTIFICADO SU NOMBRE, en nosotros que así seremos signos suyos siendo ya celestes en la tierra por eso es que, todavía aquí en la Iglesia terrenal le pedimos: VENGA A NOSOTROS TU REINO.
Es un pedido que surge de una decisión, la de admitir la verdad del Verbo o al mismo Verbo de la verdad, el cual no ha venido a cumplir su voluntad sino la del Padre y quienes son cercanos dicen: Hágase en mí tu voluntad.
Por eso nosotros le pedimos: Hágase tu voluntad en la tierra también, es decir en nosotros que estamos ya dispuestos por la humildad y la obediencia.
HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO SE HACE EN EL CIELO, es decir en los que te ven cara a cara ya glorificados. Nosotros estamos pacificados unidos al Hijo en su cuerpo sacramentalmente. Gloria en el cielo y paz en la tierra.
Para ello necesitamos la unión (paz es unitiva) efectiva con Jesucristo: el Hijo que nacería de mujer, que sería crucificado muerto y sepultado y que resucitaría al terce día de entre los muerto. Él se hizo ofrenda eterna, eucaristía y es así que le pedimos al Padre al Hijo como pan de vida: EL PAN NUESTRO DANOSLE HOY. Le pedimos ingresar en el Hoy de la vida de Dios con el PAN QUE VINO DEL CIELO, un verdadero manah, un alimento de vida eterna. Esto hace que nazcamos hoy en la vida eterna y el cielo baje ya a la tierra como el manah.
Corresponde pedir después del bien absoluto que nos haga dignos de recibirlo por el perdón de las culpas que contraemos y el mérito lo pone en el perdón que nosotros concedemos a quienes nos ofenden. Perfecto círculo virtuoso. Recibimos el pan pero necesitamos ser perdonados. Dos sacramentos relacionados que en el seno de la Iglesia se imparten. Quien nos enseña a orar esta sublime oración se hace ofrenda y establece la Eucaristía.
Vemos orando el cielo abierto y cómo se derrama en la tierra, vemos la semilla de la eternidad en la gracia que siembra el sembrador. Por lo tanto le pedimos que
NO NOS DEJE CAER EN LA TENTACIÓN. La semilla puede ser arrebatada por el diablo quien o bien nos seduce o bien nos ahoga con la cizaña como explica Jesús en esas dos parábolas. Y como el campo donde cae la semilla es el mundo él mismo pide que guarde del maligno a quienes el Padre le ha dado.
Señal que es grave su asedio y por eso la oración concluye
MAS LÍBRANOS DEL MAL. Parece que vamos a caer en la tentación alguna vez y debemos ser librados del mal si lo pedimos.
¡De tanta dificultad era la posesión del reino de los cielos!
Lo poseen los pobres en cuanto al espíritu, por no decir los que tienen hambre de santidad como tiene hambre y sed un mendigo como Lázaro.
Lo poseen los mansos en el sosiego de la tierra que a su vez son quienes lloran y por ello son consolados por el ESPÍRITU PARÁKLITO.
Lo poseen los misericordiosos recibiendo misericordia en un círculo: el del ejercitar y recibir lo que se hace.
Y en esta plataforma del evangelio adviene la pureza de corazón por la cual vemos lo que creemos porque nos lo hace experimentar. De este modo nos hacemos artesanos de la paz o mejor poetas, formadores de la forma que opera en nosotros, ya hijos de Dios en el su Hijo muy amado.
Esto quiere decir que acercamos la cercanía, quiere decir que sobre la tierra unidos a Dios efectivamente en la santidad por la fe en lo recibido sacramentalmente cantamos la alegría de la filiación como templos del Espíritu Santo, que es Dios en nosotros.
Se cumple la oración de las oraciones.

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