martes, 5 de marzo de 2013

APRENDED DE MI QUE SOY MANSO

Parecen clemencia y mansedumbre las virtudes más nobles, alabadas por los sabios y filósofos pero se agregan a otra virtud principal. Sin embargo no hay dificultad que bajo cierto aspecto se consideren así pero no en forma absoluta pues solamente reprimen el mal disminuyendo la ira o el castigo ya que es más perfecto conseguir el el bien que impedir el mal como lo hacen la fe, la esperanza y caridad e incluso la justicia y la prudencia.
La mansedumbre hace al hombre más dueño de sí despejando la ruina que causa la ira pero la templanza refrena movimientos más torpes y frecuentes. La clemencia se acerca a la caridad por la disminución de la pena merecida. La clemencia y mansedumbre hacen grato al hombre a Dios en cuanto que concurren al mismo efecto con la caridad, virtud excelentísima que procurando su bien evita el mal del prójimo.
Los pecados opuestos a la mansedumbre y a la clemencia.
La ira no es culpable con causa justa. Así la justicia reprime los crímenes. Este tipo de venganza es buena. Así mientras la ira se mantenga en el orden de la razón recta es buena. La pasión de la ira como toda pasión pierde su bondad por exceso o defecto. Para los estoicos siempre es mala pero para los peripatéticos y para Agustín no si son ordenadas por la razón.
 Cuando la ira es sierva de la razón dice San Gregorio no daña pero no a la inversa. La ira por celo turba la visión intelectual pero la viciosa la ciega.
También es laudable la venganza que no desea el mal sino que busca corregir los vicios y conservar la justicia. En ello se basa el impartir justicia conforme al dictamen de la recta razón que procede de Dios como afirma Pablo a los Romanos, 13,4. San Gregorio aporta todavía a esto lo siguiente: "Tanto más firmemente se levanta la razón contra los vicios cuanto la ira está más al servicio de la razón":
Sí, debemos odiar los vicios y ejecutar acciones repelentes contra ellos ya que amamos el orden y la paz para nosotros y para los prójimos. Pero dentro del orden del conjunto de la virtudes y con mansedumbre y clemencia. Pues la ira es pecado.
¡Cuantos pecados surgieron en la represión de los pecados de parte de los jueces eclesiásticos que sin embargo por lo menos tenían la posibilidad de beber sabiduría de las Morales de San Gregorio, que entiendo que fue papa! Cuantas manchas le dieron a la Iglesia haciendo perder eficacia salvadora a la Iglesia por un celo iracundo. Tan fácil era hacer lo que nosotros que amamos lo que leímos con la mansedumbre que se recomienda en los libros sapienciales y en los evangelios.
No sino rebelarse en todas las épocas contra la suavidad de la inteligencia de los doctores aduciendo razones de estado o de cultura. 

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