miércoles, 1 de mayo de 2013

LA AMENAZA DE LA SOBERBIA

NO PERMITAMOS A LA SOBERBIA INFILTRARSE EN NUESTRAS PALABRAS Y SENTIMIENTOS, dice Tobías a su esposa.
Soberbio es quien pretende aparentar más de lo que es. La recta razón ordena a la voluntad a que se dirija a objetos que le son proporcionados. El pecado es pasar tal proporción. Es aquí apetito de excelencia desmesurada y busca dominar a los demás y desprecia toda subordinación.
Es un pecado especial pues tiene un objeto propio: apetito desordenado de la propia excelencia. Mas también es general en cuanto está en todo pecado al romper las ataduras como dice aquel texto de Jeremías: romperé..no serviré. Sin embargo algunos pecados son por debilidad e ignorancia. Pues se desprecia el precepto por soberbia o por ignorancia. La soberbia destruye directamente a la humildad. Buscando la excelencia destruye sin embargo toda virtud. Porque tiene un objeto propio pero que puede encontrarse en diversas materias. El amor desordenado de la propia excelencia puede encontrarse en campos muy distintos.

Donde está la humildad está la sabiduría. Por eso los soberbios sienten fastidio por la excelencia de la verdad que se alcanza con la dulzura de la humildad. HAS OCULTADO ESTAS COSAS A LOS SABIOS Y PRUDENTES Y SE LAS HAS REVELADO A LOS PEQUEÑOS. Quienes no sometieron su entendimiento a la iluminación de Dios fueron los soberbios, quienes lo han hecho se han encontrado llenos del Espíritu Santo. María es testigo de ello en el Magnificat y Jesús dirá que aprendan de él que es manso y humilde de corazón. Un mismo hilo une a la madre con el hijo como la túnica de la Pasión.
VERDADERAMENTE ES TAN GRAN BIEN LA HUMILDAD COMO MAL LA SOBERBIA.
Insiste Tomás en que la soberbia es APETITO DESORDENADO DE PROPIA EXCELENCIA FUERA DEL MARGEN DE LA RECTA RAZÓN. La razón es medida de la templanza y de las otras cardinales. La humildad es parte de ella junto con la modestia clemencia etc. En ella sin embargo resplandece una especie de sabiduría.
 La desmesura del arrogante hace que crea que el bien poseído procede de sí mismo, que sus dones son por merecimiento, jactándose de poseer lo que no posee y despreciando a los demás para brillar él.
Esto es tan manifiestamente omnipresente que debemos huir en sentido contrario de esta infección que nos amenaza.

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