lunes, 30 de mayo de 2011

LAS TRES EDADES DE LA CARIDAD

En primer lugar incumbe al hombre el apartarse del pecado y resistir sus concupiscencias que nos mueven en sentido contrario a la caridad: aquí hay que nutrirla para que no se pierda como la planta recién nacida. En segundo lugar el interés de adelantar en todo aquello que aproveche al bien y se robustezca la caridad. En tercer lugar el de unirse y gozar de Dios de quienes “desean morir y estar con Cristo”.
El primer paso corresponde a los incipientes, el segundo a los que aprovechan y el tercero a los perfectos. Principio, medio y fin hacen un movimiento total, aquí de crecimiento de la caridad que es siempre la misma porque lo que puede cambiar es la disposición del sujeto para ella. Por eso no puede disminuir ya que no procede de actos humanos sino que puede perderse por el pecado cuya pena puede implicar el retiro de la caridad; pero es por el pecado mortal y no por el venial que es un desorden sóloen los medios de quien sigue apeteciendo el fin. Tomás asegura: Dios no se aparta más del hombre que cuanto el hombre quiere separarse de Él. Actualmente el pecado venial no priva de la caridad porque se sigue amando por Dios lo que se ama. El mortal no la disminuye sino que la destruye totalmente. En ningún caso pues la caridad se disminuye.
He aquí porqué la caridad pueda tenerse o bien perderse. Lo expresa así Apocalipsis, 2,4. El acto y la potencia lo hacen comprender: la caridad por su esencia excluye todo motivo para pecar. Cuando no está en acto entonces puede sobrevenir alguna ocasión excitante del pecado que si fuera consentida desplazaría la caridad. Así la caridad en el cielo no puede perderse por estar en acto de posesión contemplativa de Dios.
Serán necesarias ahora las virtudes y los dones para mantenerse en caridad y la lectura de la palabra que se hace pan de vida en la comunidad de los creyentes que deberá ser la de los ob-audientes.

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