martes, 31 de mayo de 2011

RECIBIR LA SANTIDAD O DESECHARLA

El Apóstol en Rom.6,23 dice que el salario del pecado es la muerte. Mas si uno lo ama será amado por el Padre y él se nos manifestará. Tal manifestación es vida eterna porque “la vida eterna es conocerte a ti único Dios verdadero y a quien enviaste a Jesucristo” (San Juan,14). Por lo tanto la muerte expulsa la caridad por el principio de no contradicción que dice que no puede existir en un sujeto lo mismo y lo contrario bajo un mismo respecto: la muerte y la vida. La caridad es la vida. Consiste en que Dios sea amado sobre todo y que el hombre se sujete a él totalmente refiriendo todo lo suyo a Dios. La razón de la caridad es pues la sujeción a Dios por amor y a sus preceptos. Pero no depende de la virtud del sujeto el adquirirla sino que es un hábito infuso y depende de quien la infunde. Si se obstaculiza la luz del sol se oscurece todo y se priva de luz y de este modo la caridad no depende de un acto mío que anule el hábito adquirido porque éste es infuso y se está infundiendo en mí continuamente por Dios, que me ha llamado amigo y me comunica el bien si le correspondo. Es como el sol. Si yo lo obstaculizo con un pecado mortal oponiéndome a los divinos preceptos simplemente mato en mí la vida de la caridad (no la fe ni otras virtudes) prefiriendo el pecado a la amistad con Dios. Solo cuando se da tal salida del orden que repugne la voluntad divina hay pecado mortal, no cualquier desorden lo es, como el venial, que es desorden en los medios. Y la caridad no puede quedar informe como la fe sino que se destruye al encontrar oposición como la de la luz porque mira a Dios, se relaciona con él en razón de fin último.
La santidad vive de la infusión de Dios de la caridad. Quitada ella se pierde la connaturalidad o mejor sobrenaturalidad con Dios que es la santidad ¡Procede de su voluntad! Privándonos de ella por voluntad nos quedamos sin caridad y sin santidad. No creamos pues que porque no nos veamos santos por faltarnos virtudes que dependen de nosotros no somos ni seremos santos. Allí dependemos del acto y del hábito adquirido, del enemigo que nos traba y decepciona. En la caridad es Dios quien da gratuitamente y nos llena de Espíritu Santo como al diácono Esteban quien vio el cielo abierto y recibió todo el cielo ¿Qué es ser santo? Estar lleno del Espíritu Santo, lo cual coincide (fuera de toda moralina) con ser cristiano. Por eso la sujeción odiada por la modernidad...

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