El imprudente desprecia el consejo. Esta no es la mera carencia de prudencia. El hombre que obra contra las reglas que la rectifican obra pecado y si va contra reglas divinas es mortal. Si obra al margen sin despreciarlas es pecado venial. La carencia de prudencia proviene del pecado original que es contrario a la justicia original. Cuando recuperamos la gracia se nos otorga la virtud infusa y por lo menos se pierde la imprudencia ya que la prudencia se adquiere con el ejercicio.
La prudencia dirige a todas las virtudes entonces los pecados en contra de ellas pertenecen a la imprudencia. Así si se opone a las partes subjetivas de la prudencia tenemos la imprudencia gubernativa etc. Si se opone a las adjuntas como la eubulia, tenemos la precipitación o temeridad, si a la synesis tenemos la inconsideración. En el caso del acto de preceptuar que es el acto propio de la prudencia se tiene la inconstancia o negligencia. Y la falta de cautela y de circunspección van incluidas en la inconsideración, la falta de docilidad y atención se comprenden en la precipitación y la imprevisión, defectos de inteligencia pertenecen a la negligencia.
Nos sigue pareciendo compleja e imprescindible la prudencia. Dificil de adquirir por estar el hombre tan por debajo de la recta razón. Por eso al ser infusa por la gracia se quita el pecado opuesto que vamos viendo cuyas especies nos son tan familiares como la precipitación o la negligencia por ejemplo. Paso a paso vamos cobrando confianza para aceptar el consejo y juzgar rectamente y sobre todo llevarlo a cabo con prontitud. Ejemplos de todo esto abundan en los poemas sapienciales, comenzando por los homéricos. El hombre antiguo conoció la sabiduría aunque de tanto carecía. El hombre posmoderno parece despreciar la prudencia como algo superado. Ya el moderno con sentido singular desprecia la razón como "metafísica". La tomásica es conceptual y debe deslindarse de la ontología de la escuela. Mirando la cosa como es veamos que Tomás se refiere a una razón medida por la gracia de la caritas. Y LA GRACIA NO DESTRUYE LA RAZÓN SINO QUE LA CONFIRMA.
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