lunes, 30 de enero de 2012

NECESIDAD IMPERIOSA DE LA FORTALEZA

La fortaleza posee materia determinada, no es simplemente firmeza porque rechaza peligros donde es muy difícil mantenerse firme, es decir peligros graves. Y elimina los obstáculos que apartan la voluntad de la dirección de la razón. El temor de las cosas difíciles se interpone, al cual hay que soportar con firmeza y atacar con moderación cuando sea conveniente. Porque los peligros sólo apartan la voluntad del recto camino de la razón en cuanto son temidos. Por eso la fortaleza versa sobre el temor y la audacia y mediatamente de los peligros mismos.
Ningún bien del cuerpo es comparable al bien espiritual. La fortaleza del alma debe conservar la voluntad del hombre contra los mayores males, de los cuales la muerte es el mayor. Y siendo natural el amor a la propia vida es necesario una virtud especial que modere el temor a la muerte.
La virtud tiende siempre al bien, el hombre debe arrostrar los peligros de muerte, los de guerra, por conseguir un bien. Y esto sucede cuando hay una guerra justa. Ocurre también que hay otros peligros de muerte que se arrostran por la virtud, por ejemplo atender a un enfermo de peste.
Algunos son llamados fuertes por resistir a la tristeza, dice Aristóteles y por eso más se ocupa de reprimir el temor que de moderar la audacia, lo cual es más difícil. Es un acto más principal de la fortaleza RESISTIR, ESTO ES PERMANECER INMÓVIL ANTE EL PELIGRO QUE ATACAR.
Quien resiste lo hace contra uno más fuerte y quien ataca por el contrario contra uno más débil. Y resistir implica mucho tiempo mientras que atacar es súbito. El resistir se adhiere firmemente al bien y esto hace que no ceda ante la pasión corporal. Y la virtud es algo propio del alma que apunta a un bien próximo y al último que es la bienaventuranza o Dios.
Al fuerte que se enfrenta con el dolor no goza pero le basta con no estar triste. La tristeza del alma es superada con el placer de la virtud. Las obras virtuosas son deleitables por el fin sobre todo pero pueden ser tristes en sí mismas. En el dolor corporal se desvanece en cierto modo el placer espiritual, fin de la virtud
Es en los peligros repentinos en donde se manifiesta mejor la fortaleza. El fuerte asume una moderada ira para su acto, la ira moderada por el imperio de la razón que la usa instrumentalmente. La ira deliberada y ordenada a un fin bueno llega a hacer verdadera a la fortaleza.
Es una virtud cardinal aunque no sea la más excelente. Porque cuanto más excelente es una virtud cuanto mejor sea al fin. El bien de la razón es el bien del hombre. Este bien lo posee la prudencia que perfecciona la razón. La justicia lo realiza en cuanto le toca establecer el bien en los negocios humanos. Las demás virtudes tienen por misión conservarlo en cuanto que imponen la moderación a las pasiones para que no aparten al hombre del bien de la razón.
Así el poseer algo esencialmente es más que realizarlo y esto es más que ser agente conservador de ella quitando los obstáculos. Por eso entre las cardinales, primero es la prudencia, segunda la justicia, tercera la fortaleza y cuarta la templanza. Después todas las otras.
Forman un plexo. San Ambrosio dice: la fortaleza sin la justicia es materia de iniquidad ya que cuanto más poderosa más pronta está en oprimir al inferior.
Verdad por todos lados y educación ausente de todo esto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario