Estando con los pies casi en la semana santa interrumpo mis reseñas acerca de 2.2q.185 en la Suma Teológica y salto a 3q.46 acerca de la pasión de Cristo.
Si comencé en la esperanza para llegar pronto a la caridad ahora debo dar cuenta de la forma metafísica en que Tomás narra la vida de Cristo pues es esta la verdadera historia de la eternidad en el tiempo.
La primera cuestión trata sobre si fue necesario que Cristo padeciese por la liberación del género humano y fácil es anticiparse en el sí. Lo dejaremos a Tomás que lo resuelva y dejaremos por cierto -tal es nuestra intención en estas páginas- toda teología que discuta y pretenda hacerse lugar en el mundo o mercado de los hombres.
Lo que sí diré desde nuestro horizonte de comprensión es que el género humano y su liberación pascual fue el motivo (como en primera instancia lo fue el del cruce del Mar Rojo) para que el Verbo del Ser se auto revelara y revelara a Dios en su ser personal infinito, simple, eterno y uno. Fue para nosotros el saber el fundamento de nuestra existencia: SOMOS POR ÉL, EN ÉL Y PARA ÉL y tal saber se plasma en el de nuestra persona, que por ser última se vuelve primera junto a quien como hombre Dios está al lado de la gloria del Padre. Él habla en cada uno, como ya lo percibían los salmistas.
"Somos suyos y a Él pertenecemos" ¿A qué luego pensar que el vacío nos sostiene, en los protones, neutrones, electrones y quarks?
Él es una Persona del ser, el Logos (que junta) y el ser es "su propio ser", como mostró Tomás en q2 y 3. Y los seres que no lo son son múltiples y tienen el ser por participación, reciben el ser a su tiempo. Son lo otro, la diferencia ontológica (por sí mismos se van al no ser los que tienen materia de protones y electrones). Y lo reciben por amor en la personalización del Espíritu Santo: cada uno será él mismo por la eternidad, cada uno salta a la vida eterna por la recepción del Espíritu de la promesa.
Al ingresar el Verbo del ser en la criatura que es un ente entre los entes captura el tiempo y lo hace eterno por la Pascua que abre la puerta a la venida del Espíritu y en ese fuego aniquila toda impureza de la humanidad, pero sobre todo la hace ser en el ser y ya no más en los entes del inmenso cosmos que avanza desde su big bang.
Es una consecuencia necesaria de su hacerse hombre, lo más pequeño en un rinconcito del cosmos, o quizás en el centro de las galaxias, como insinúa Hawkings.
Él entrando en el cosmos que es "un poco de nada en movimiento" se hizo nada y nos levantó con Él al interior del ser eterno, simple y uno, junto a la Persona del Padre que lo envió y del cual eternamente procede.
Moralmente esta nulificación tiene frutos de santidad maravillosos que se han proyectado en la pequeña historia humana. La EKÉNOSIS es la ley del EVANGELIO o buena nueva también predicada por Pablo y sobre todo por él.
LOS ÚLTIMOS SERÁN LOS PRIMEROS Y LOS PRIMEROS LOS ÚLTIMOS.
Precisamente esto último es lo que originó (por soberbia de la criatura sublime) el mal y produjo la exaltación de la humildad de la servidora.
Dicho esto seguimos con la humildad del doctor común de la Iglesia.
Si comencé en la esperanza para llegar pronto a la caridad ahora debo dar cuenta de la forma metafísica en que Tomás narra la vida de Cristo pues es esta la verdadera historia de la eternidad en el tiempo.
La primera cuestión trata sobre si fue necesario que Cristo padeciese por la liberación del género humano y fácil es anticiparse en el sí. Lo dejaremos a Tomás que lo resuelva y dejaremos por cierto -tal es nuestra intención en estas páginas- toda teología que discuta y pretenda hacerse lugar en el mundo o mercado de los hombres.
Lo que sí diré desde nuestro horizonte de comprensión es que el género humano y su liberación pascual fue el motivo (como en primera instancia lo fue el del cruce del Mar Rojo) para que el Verbo del Ser se auto revelara y revelara a Dios en su ser personal infinito, simple, eterno y uno. Fue para nosotros el saber el fundamento de nuestra existencia: SOMOS POR ÉL, EN ÉL Y PARA ÉL y tal saber se plasma en el de nuestra persona, que por ser última se vuelve primera junto a quien como hombre Dios está al lado de la gloria del Padre. Él habla en cada uno, como ya lo percibían los salmistas.
"Somos suyos y a Él pertenecemos" ¿A qué luego pensar que el vacío nos sostiene, en los protones, neutrones, electrones y quarks?
Él es una Persona del ser, el Logos (que junta) y el ser es "su propio ser", como mostró Tomás en q2 y 3. Y los seres que no lo son son múltiples y tienen el ser por participación, reciben el ser a su tiempo. Son lo otro, la diferencia ontológica (por sí mismos se van al no ser los que tienen materia de protones y electrones). Y lo reciben por amor en la personalización del Espíritu Santo: cada uno será él mismo por la eternidad, cada uno salta a la vida eterna por la recepción del Espíritu de la promesa.
Al ingresar el Verbo del ser en la criatura que es un ente entre los entes captura el tiempo y lo hace eterno por la Pascua que abre la puerta a la venida del Espíritu y en ese fuego aniquila toda impureza de la humanidad, pero sobre todo la hace ser en el ser y ya no más en los entes del inmenso cosmos que avanza desde su big bang.
Es una consecuencia necesaria de su hacerse hombre, lo más pequeño en un rinconcito del cosmos, o quizás en el centro de las galaxias, como insinúa Hawkings.
Él entrando en el cosmos que es "un poco de nada en movimiento" se hizo nada y nos levantó con Él al interior del ser eterno, simple y uno, junto a la Persona del Padre que lo envió y del cual eternamente procede.
Moralmente esta nulificación tiene frutos de santidad maravillosos que se han proyectado en la pequeña historia humana. La EKÉNOSIS es la ley del EVANGELIO o buena nueva también predicada por Pablo y sobre todo por él.
LOS ÚLTIMOS SERÁN LOS PRIMEROS Y LOS PRIMEROS LOS ÚLTIMOS.
Precisamente esto último es lo que originó (por soberbia de la criatura sublime) el mal y produjo la exaltación de la humildad de la servidora.
Dicho esto seguimos con la humildad del doctor común de la Iglesia.
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