sábado, 30 de abril de 2011

EL SER DE DIOS ES LA CARIDAD

Como tenemos el cimiento, el concepto fundamental del sistema tomásico que DIOS ES SU SER y no "tiene" el ser participado, como el resto de la criaturas cuyo ser es distinto que su esencia, lo cual significa decir que son finitos, mientras Dios es infinito, tienen algún grado de composición mientras Dios es absolutamente simple, son múltilples mientras Dios es uno, quizás podamos saltear por un instante el tratado de Dios Trino que se inserta al final del de Dios Uno, al cual finalmente le corresponde la propiedad de ser feliz, y dejar el tratado de la creación donde los seres reciben el ser según lo que cada uno es: ángel, seres materiales u hombres donde se concluye la primera parte del sistema.
Así por un instante nos colocamos en la segunda parte agotada la consideración de Dios como principio (que es simple infinito y uno y agotada la consieración de la plenitud de su ser, en cuanto se originan en sí las PERSONAS DIVINAS cuyas procesiones son el modelo de la creación ad extra) TRAS COMPRENDER A DIOS COMO PRINCIPIO SE VUELVE NECESARIA LA CONSIDERACIÓN DE DIOS COMO FIN ÚLTIMO de todo lo creado. Por lo tanto tenemos la moral como el modo de volver a Dios de las criaturas racionales que tienen la facultad de conocerlo y de elegirlo como fin último en donde poseerán su bienaventuranza ¡Y hay una tercera parte: DIOS CAMINO: por donde realmente volvemos alcanzando los medios reales para hacerlo (sacramentos Y SACRAMENTO DE LOS SACRAMENTOS: EUCARISTÍA)!
En la segunda parte tenemos dos: la moral en general que parte de Dios como fin último y felicidad de la criatura racional que debe continuar examinando pues la voluntad frente a las pàsiones, los hábitos, las virtudes en general, los dones del Espíritu, el pecado en general, la ley y la gracia en general; y la moral especial donde se parte de la fe como virtud teologal, seguida de la esperanza, desembocando ambas en la caridad que es la realización del ser de Dios, el hacer de la Verdad que Él es.
Así ahora inciaremos una anticipación ubicándonos rapidamente en el centro de lo que llamamos SANTIDAD, que no es ser sólo bueno o buenito, sino poseer por destino providencial EL SER DE DIOS MISMO, AQUEL QUE HEMOS EXPUESTO en las cuestiones tercera y cuarta de la primera parte. Y para ello partiremos de la esperanza: el medio entre la fe y la caridad.
La esperanza es virtud teologal porque se ajusta como toda virtud a una regla o medida. Mas ella no es virtud moral que se ajusta a la razón como medida próxima sino a Dios mismo como medida suprema o excedente (hyperbólica 1.Cor.13). Por ser el objeto de la esperanza poseer al mismo Dios sólo puede tenerlo a Él mismo como auxilio. Y el acto de tal virtud debemos considerarlo bueno pues alcanza la regla debida que es Dios por la gracia. Y esto consigue nuestra bienaventuranza que es un bien infinito para lo cual Dios nos ayuda donándonos esta virtud, bien que es su esencia, la cual comunica por su bondad esencial.
Es así que ser cristiano es esperar poseer el ser de Dios Y GOZAR DE LAS DIVINAS PERSONAS Y NO SUSCRIBIR A UNA FORMA DE PENSAR O A UN ESTILO DE VIDA. Aspiramos poseer al mismo Dios ayudado por Él mismo¡Y esto no sólo es posible (para Dios nada hay imposible dijo el ángel a Zacarías) sino necesario y exigible, ya que Dios se empeño en ello encarnándose.
Como hemos dicho aplicando distinciones logotectónicas actuales: Tomas consuma la razón conceptual de la segunda época de la Historia y no piensa dentro de una razón natural como Duns Scoto y Guillermo de Ockham ni en una mundanal como Tomás de Kempis. En la conceptual se desarrolla la medida, la norma o determinante que es Dios mismo que es quien nos manda ser santos y nos hace santos ¿Y el mundo? Tendrá sus cultores hasta el exceso y ad nauseam.
Así la esperanza es un apetito a un bien arduo del cual recibimos los medios para alcanzarlo y este bien es la bienaventuranza eterna como fin y el auxilio divino como causa primera. Otros fines son para ordenarlos a éste y otros medios de auxilio son instrumento para alcanzar la felicidad prometida. El objeto de la promesa es Dios que se dona como auxilio para alcanzarlo y por eso es virtud teologal, que se ajusta a un regla no regulada por otra regla, como la fe que se ajusta a la verdad primera y la esperanza al bien supremo o bien de todos los bienes.
La esperanza apunta pues a Dios en cuanto de él nos vienen sus bienes, como son la felicidad y la bondad perfectas en cambio la caridad como virtud hace que nos unamos a Dios por sí mismo por el afecto del amor. Y esto es perfección frente a la esperanza que aspira a poseerlo y a tener medios que lo auxilien a ello. Así se deriva del amor y se mueve tambien hacia él.

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