La concreción de Dios en el hombre, máxima en la Eucaristía, tiene un fin con distinción en la época media y comienza a romperse con Lutero y luego con Calvino, pasando por Descartes hasta llegar a Rousseau donde la humanidad emergiendo de la naturaleza hace innecesaria la mediación del hombre Dios y se omite la unión hypostática. Jesús llegará a ser sólo un hombre, un ideal o mejor un liberador. Y la Eucaristía un símbolo sin sacramentalidad efectiva, cortada al eliminar el sacramento del orden.
La mentalidad del racionalismo teológico de un Strauss llegará al posmodernismo programáticamente transgresor , arrastrado por la sed de justicia: por supuesto pasando por el ANTICRISTO de Nietzsche.
Así se puede deconstruir el relato de Jesucristo como mediador y ofrenda del sacrificio de la Misa y popularizarla ¿hasta qué límite?
Pero no hay nada nuevo bajo el sol y lo más viejo es la vanidad que impulsada por la envidia fue origen de la primigenia transgresión. El pecado es lo opuesto a la santidad y el remedio contra los pecados es precisamente la EUCARISTÍA y los otros sacramentos la acompañan.
El impulso de muerte (THÁNATOS) y el de la LIBIDO (EROS) fueron vistos por Freud, educado en la TORAH: están en el célebre cuento de Adán y Eva, donde se promete una salvación que se precisa en Abraham y se concluye con la venida del ESPÍRITU SANTO DE LA PROMESA al final de San Lucas narrada como efectiva en los Hechos. Este acontecimiento libera al hombre del ELLO, independizado en la comestión del fruto de la ciencia del bien y del mal. Lo libera invadiendo el Espíritu el caos del inconciente, volando metafóricamente sobre las aguas como el ave del origen.
Hay ELLO como lo experimenta el escritor sagrado y hay llenamiento del ESPÍRITU como lo experimenta el evangelista. Es un hecho...literario, sí, pero de una celebridad más que bimilenaria cuando los escritores posmodernos son apenas cuarentenarios y herederos de las histerias causadas por la moralinas de religiones sin altar y sin EUCARISTÍA.
Dios no es Dios sin el envío del Padre al Hijo y sin la espiración de ambos del Espíritu que da la gracia de la Caridad. Y el hombre no es hombre sin ser hijo de Dios en el Hijo por el Espíritu. Es el DIOS VIVO y sobre todo REAL. Por eso se hace SACRAMENTO. De lo contrario sería una idea y origen de toda moralina, la cual concluye en la necesidad de la trangresión.
El amor de caridad no es suceptible de trangresión liviana o ideológica: es una gravísima aversión llamada pecado mortal. Dios lo ofrece y lo infunde y nos da la vida nueva prometida tras la experiencia originaria del bien y del mal. No hay razón para rechazar la caridad concretizada en el pan de vida. Tampoco debía mundanizarse y exigirse. Porque el amor no es objeto de obligación sino de invitación: VENID A MÍ LOS AGOBIADOS, dice Jesucristo.
Y la noche corre y pronto vendrá el día. La humanidad sola sirve de base al derecho político que remata en el Estado. Es para la libertad que se realiza en la unversalidad concreta.
Tal es la razón de la sinrazón del rechazo de la realidad sacramental de la Eucaristía:la garantía del derecho ciudadano. Así lo fue pero ya no tiene razón de ser cuando el estado se ha constituido ya. Somos libres políticamente pero no libres del pecado sin la gracia.
Por un lado somos ciudadanos del mundo por el otro de la ciudad de Dios.
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